Molina, nacido en La Paz en 1965, empezó su carrera periodística en el diario Presencia y luego fue reportero y editor de La Razón, subdirector de La Prensa, director de los semanarios Nueva Economía y Pulso, y ganador del premio de periodismo Rey de España en 2012. Actualmente es corresponsal de El País de España.
– ¿Cree que la fragmentación del oficialismo beneficia al MAS?
– No lo creo. El MAS tiene un techo electoral máximo del 35 al 37% de los votos. Sí es cierto que ninguna de las alianzas oficialistas cuenta con suficiente cuerpo para ganar por sí solas las elecciones, porque son nuevas. Hay dos bloques principales: el de (la presidenta interina) Jeanine Áñez y el de (Luis) Camacho. Ellos son los más populares, seguidos por el frente del ex presidente Luis Mesa. El tema es que ninguno de ellos puede ya ganar fácilmente en primera vuelta. Acá en Bolivia, la ley electoral establece la victoria en primera vuelta si se tiene más del 50% de los votos o más del 40% con una diferencia de al menos 10 puntos con el segundo. Esta fragmentación ayudaría al MAS a pasar a segunda vuelta, pero no a ganar las elecciones.
– ¿Y quién ganaría entonces?
– Probablemente gane Áñez en segunda vuelta. Ella está expresando el movimiento social que terminó con el tiempo de Evo Morales: el de las clases medias urbanas, blancas y acomodadas del país, y el de los orientales. El movimiento indígena sufrió una derrota muy importante con todo lo que pasó. Si bien el MAS es la primera minoría, están aislados y muy reprimidos. Hay una persecución política importante. Es realmente difícil creer que el MAS pueda remontar, sobre todo porque están muy aislados en las ciudades y muy concentrados en el área rural. La profundidad de su derrota está reflejada en las estadísticas electorales. Aunque un 35% del electorado dice en los sondeos que votaría al MAS, la clave está cuando se pregunta quién no lo votaría. Según las últimas encuestas, entre un 65 y 68% del electorado nunca va a votar por el MAS. Casi un 70% de la población no lo va a votar por todo lo que ha pasado durante sus gobiernos. Para la gente en las ciudades es incluso difícil decir “yo soy del MAS” porque inmediatamente hay una crítica muy violenta. Es similar a lo que pasó en Argentina tras la caída de (Juan Domigo) Perón, aunque menos extremo. Pero sí es difícil hablar positivo del MAS entre los sectores urbanos.
– ¿Y ve posible aún la conformación de un gran bloque oficialista, atada quizás a una presión de Estados Unidos?
– Es posible hasta el 3 de febrero, cuando vence la fecha de inscripción de candidatos, todo puede cambiar. Hay una posible presión para que Camacho se sume al bloque de Áñez. Ya hay ciertas voces que lo sugieren. Áñez anunció su candidatura en la noche del viernes, así que las reacciones van a verse recién esta semana. Este lunes probablemente haya alguna clase de reacción cívica: alguna movilización o marcha en Santa Cruz que pida que Áñez no se presente porque no le corresponde. Camacho tiene la fuerza para bajar su candidatura.
– ¿Y cree que puede lograrlo?
– La candidatura de Áñez genero muchas críticas, pero también hay mucha gente que la apoya. Hay que ver hasta qué punto las críticas son fuertes. Si no lo son demasiado, permanecerán los dos bloques. Pero también una negociación con Camacho es posible. Áñez no definió aún a su vicepresidente. Algunos dicen que puede ser el alcalde de La Paz, Luis Revilla, pero la realidad es que no está definido. Camacho podría ocupar ese espacio. Es difícil, pero podría.
– ¿Y cómo podría darse esa unión?
– En Santa Cruz está la idea de que llegó el tiempo de la elite cruceña. Camacho era su candidato natural, pero el problema es que es muy odiado en la zona del Occidente, tiene posturas radicales y a la vez es temerario. Áñez, en cambio, es más sensata. Tiene un gobierno muy represor, pero tampoco hizo grandes locuras, logró una cierta estabilidad. Además, su partido es el del gobernador de Santa Cruz. Las elites querían que ella apoyara a Camacho y no se postulara, pero no lo lograron. Se presentó, así que ahora puede darse un vuelco de la situación para que sea Camacho el que se sume a Áñez. Aunque ella no es de Santa Cruz, viene del Beni, tiene una cultura muy próxima. Y además, ella siempre vivió en Santa Cruz, convivió con las élites. Era su plan B. No por nada, hace poco su gobierno aprobó la liberación de las exportaciones agroindustriales. Fue un guiño a la elite cruceña, el principal poder económico está en Santa Cruz.
– ¿Entonces Áñez ahora pasaría a ser su plan A?
– Eso se va a definir esta semana. Todo depende también de la reacción de Camacho. Hay que ver si es capaz de hacer retroceder a Áñez o si, finalmente, no se atreve. Camacho tiene fama de aventurero y temerario, pero estamos en un momento muy delicado y salir contra Áñez le puede jugar en contra. En estos momentos, deben estar rompiéndose la cabeza en su cuartel para ver cómo responder a esta situación.
– ¿Y para usted quién tiene más chances de ganar las elecciones?
– En mi opinión, Áñez tiene mejores perspectivas que Camacho. Ella tiene más chances de llegar a una eventual segunda vuelta. No tiene fama de temeraria y, sobre todo, ya está en el gobierno, lo que le da un poder enorme. El control del uso de los recursos es clave para la campaña electoral. Por más que la oposición al MAS siempre haya criticado a Morales por eso, ellos van a hacer lo mismo. Es una ventaja enorme a la hora de hacer campaña.