Con mensajes contundentes, directos, que mezclan clichés y mentiras, el líder del partido ultraderechista Vox, Santiago Abascal, se abre paso casi sin resistencia en el terreno de una España convulsa, en busca de convertirse en una de las revelaciones de las elecciones de este domingo.
Por primera vez, los ultraderechistas palpitan la posibilidad de ser tercera o cuarta fuerza en el Parlamento y, por lo tanto, decisivos en la formación del gobierno de España, sea porque la derecha suma mayoría o porque su avance obliga al socialista Pedro Sánchez a pactar con los progresistas de Unidas Podemos.
La percepción de que Vox avanza se afianzó tras el único debate electoral de la campaña exprés de cara a los comicios, después de que la mayoría de los lectores de los principales diarios españoles consideraron que Abascal había sido el claro vencedor de la contienda.
“No tengamos tanta prisa, esta va a ser una batalla muy larga”, advirtió el líder ultraderechista a sus simpatizantes en un intento por contener la euforia desatada.
Aunque debutante en las contiendas televisivas, Abascal, de 43 años, mostró una gran efectividad a la hora de defender su polémico programa con un mensaje sencillo, directo y sin necesidad de agresividad verbal.
Pese a repetir clichés y falsedades en materia de inmigración y seguridad -como que el 70% de los imputados por delitos sexuales son extranjeros-, el líder de Vox prácticamente no encontró réplica por parte de sus adversarios.
Abascal se engrandeció al amparo del Partido Popular (PP) y Ciudadanos, quienes no podían enfrentarlo después de haberlo “blanqueado” cuando decidieron gobernar con su apoyo en Andalucía y Madrid.
Por su parte, el socialista Pedro Sánchez optó por callar y, en esa estrategia, permitió que el líder de Vox definiera el terreno de la contienda, que impulsa al PSOE a competir en dureza contra el independentismo.
Vox fue toda una revelación al lograr sus primeros 12 escaños en un parlamento español en diciembre del año pasado en la sureña Andalucía, y el 28 de abril, cuando entró con 24 diputados en el Parlamento español.
Se trata de un fenómeno que tiene características comunes con la extrema derecha europea,-que crece al calor del descontento social por las políticas de ajuste- pero también tiene especificidades propias, puesto que se nutre del conflicto secesionista catalán.
La eclosión de Vox no se explica sin Cataluña, y su auge actual tampoco.
El inicio de la campaña de Vox en L’ Hospitalet, una ciudad de la periferia de Barcelona e histórico feudo del socialismo, es un claro ejemplo de la expansión de Vox, un partido que recoge votos allí donde el conflicto social está enquistado.
La presencia de los ultraderechistas es síntoma de muchos problemas reales, como el desempleo, la inseguridad, o la crisis de convivencia provocados por los secesionistas.
“Si gano las elecciones, mi primera decisión será detener a (el presidente catalán) Quim Torra” prometió Abascal antes acusar a los socialistas de haber dejado a los votantes del “cinturón rojo” a merced del separatismo.
“Este es el único partido que me representa, a mi me preocupan los inmigrantes, porque nos quitan las ayudas”, dijo a Telam Sara, una votante de Vox de 42 años, mientras esperaba a Abascal en el mitin en L’ Hospitalet.
“Vox dice las cosas como son, que no puede ser que por ser español en Cataluña te traten como ciudadano de segunda”, apuntó por su parte Javier, empresario de 53 años.
Desde el punto de vista electoral, Vox es marginal en Cataluña. Los esfuerzos de los ultraderechista, en cambio, están centrado en Andalucía, Castilla y León, Castilla -La Mancha, Comunidad Valencia y Murcia, donde al margen de la inflamación de la retórica antiindependentista, se combinan los problemas sociales de forma explosiva.