En un contexto de máxima polarización en el que el conflicto secesionista de Cataluña tuvo un papel determinante en el voto, los españoles hablaron en las urnas y dejaron como veredicto un parlamento muy fragmentado, pero con el encargo de que sea la izquierda progresista y no la derecha la forme gobierno.
El bloque de derecha se quedó lejos de su objetivo de reeditar la coalición que desbancó a los socialistas en Andalucía, gracias a la irrupción de los ultras de Vox, como consecuencia del derrumbe del PP y la entrada de la extrema derecha en el Parlamento con menos ímpetu del que se temía.
Con el 99% del voto escrutado (falta el voto de los residentes en el extranjero), los socialistas fueron los vencedores indiscutidos al obtener 123 escaños, seguidos a una importante distancia por el Partido Popular (PP) de Pablo Casado, con 66 escaños, Ciudadanos, con 57, Unidas Podemos, con 42, y los ultraderechistas de Vox, con 24 escaños.
Con la convicción de que el PSOE debía recuperar los valores de izquierda y socialdemócratas, Sánchez superó la expulsión de su propio partido, ganó la única moción de censura exitosa de la democracia contra el conservador Mariano Rajoy y ahora logra una victoria fundamental para España al poner límite al auge de la ultraderecha.