Para dar sus clases de programación en la cátedra Algoritmos y estructuras de datos en la Regional Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional el docente Oscar Bruno no solo utiliza computadoras. Este año sumó a la cursada papeles de los más diversos colores porque los alumnos de primer año de la carrera de Ingeniería en Sistemas aprenden a programar haciendo origami.

El programa PRORIGAMI será presentada por Bruno, que además de ingeniero es doctor en Educación y por su compañera la ingeniera Roxana Leituz el 13 de septiembre en una jornada para compartir experiencias docentes en la sede de la calle Medrano de la Universidad. Comenzó este año en una materia vertebradora del primer año de la carrera y se complementa con otra de acercamiento, acompañamiento y escucha de los estudiantes que Bruno pone en práctica en el curso de ingreso.

“El origami nos sirve desde el punto de vista de la formación, para profundizar en el concepto de abstracción, de ver además como hacer tangible lo intangible. Los programas son un poco eso, un intangible que al dar respuesta se ve en lo concreto. Ese recorrido de construcción se ve con mayor claridad cuando se va formando un objeto concreto. Pero adem{as nos sirve para fortalecer los vínculos entre estudiantes y docentes y para enseñarles a trabajar en equipo. Los chicos de primero llegan a la universidad un poco temerosos. No perdiste ese temor cuando el chico ve que está en un aula aprendiendo programación pero también doblando papelitos con los profesores”, justifica Bruno. 

La idea surgió a partir de la experiencia de Bruno con sus nietos pequeños. A menudo utilizaba el origami para entretener a Alma (de cinco años) con los dobleces y fascinar a Elian (de un año) con los móviles coloridos. Y un día pensó en incroporar la actividad a sus clases de la universidad. Así lo explica: “Siempre quiero, en mi rol docente formar jóvenes conceptuales, que se desprendan de la fijeza funcional. Formamos para el trabajo del futuro. La interacción, la creatividad, la ductilidad del papel y el valor del otro en composiciones grupales las podemos hacer con esta tecnología milenaria”.

Mientras practican papiroflexia, el profesor y los alumnos encuentran los puntos de contacto entre el origami y la programación. En palabras del docente: “Las cicatrices que quedan en el papel al doblarlo se pueden asemejar a las líneas de código. Cada una de ellas, por si sola no dicen nada. Pero una figura terminada se asemeja a un programa. En ambos casos el total es más que la suma de las partes. En origami la belleza está en la figura terminada, en programación está en el programa que hace lo que se espera de él”. 

Según los docentes, el resultado de la incorporación de los papeles de colores en el aula generó que los alumnos se diviertiense, se distendiesen y se dejasen guiar. De esa manera, aprenden más. “Yo dentro de no mucho tendré que dejar esta pasión de la docencia. Para el sistema estoy viejo y me jubilarán. Estás locuras que estamos haciendo alguien las continuar. Ese alguien será Roxana que es profesora en dos materias. Este año agregamos origami, el que viene, ya lo estoy pensando, enseñar programación con música. Sería un sueño que a los chicos que saben cantar les expliquen las estructuras de la programación con una canción. Por ahora creo que hasta allí llegaré porque el sistema me retirará. Aunque no me retiraré del todo, iré a enseñar programación, desde la agrupación vecinal a la que pertenezco a Pinamar”, anticipa Bruno, con un estusiasmo contagioso. 

Fuente: http://www.telam.com.ar/notas/201908/385455-utn-clases-programacion-origami.html

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