
Los ciudadanos españoles votarán el 10 de noviembre por cuarta vez en cuatro años en unas elecciones generales, una situación inédita en España, que se traduce en una inestabilidad política sin precedentes, en un momento en el que suenan tambores de recesión en Europa.
Desde que en las elecciones del 20 de diciembre de 2015 el partido de izquierda Podemos y el liberal Ciudadanos se abrieron paso en el Parlamento, rompiendo con el bipartidismo hegemónico de conservadores y socialdemócratas, llegar a pactos para formar gobierno en España se está convirtiendo en una misión casi imposible.
El multipartidismo trajo inestabilidad en un sistema que sigue estando dominado por el Partido Socialista (PSOE) y el conservador Partido Popular (PP), pero ya no produce mayorías claras que permitan gobernar sin contar con el respaldo estable de otros partidos de alcance nacional.
En el pasado, tanto el PP como el PSOE se apoyaron en partidos regionalistas para alcanzar la mayoría, aunque esos pactos nunca llegaron al gobierno.
La fragmentación política actual, en cambio, no solo obliga a pactar con partidos de alcance nacional, sino que los acuerdos se deben alcanzar en un contexto de gran polarización política por el desafío secesionista de Cataluña y la más reciente irrupción del partido de extrema derecha Vox, lo que dificulta llegar a consensos.