La posibilidad de seguir gobernando en la región de Madrid y la reconquista de la capital permitieron al líder de los conservadores, Pablo Casado, salvar su liderazgo y el del Partido Popular (PP) en el bloque de la derecha; mientras las esperanzas de Pablo Iglesias de formar un gobierno de coalición con Sánchez se alejaron tras la debacle de Unidas Podemos y la pérdida de los gobiernos progresistas de Madrid y Barcelona.
Sánchez ganó las elecciones generales del 28 de abril, pero sin la mayoría suficiente para que su partido pudiera formar gobierno. Un mes después, las triples elecciones -municipales, regionales y europeas- le dieron la oportunidad de ampliar su poder para negociar en mejores condiciones el apoyo de los partidos más pequeños, incluidos sus aliados preferentes de Unidas Podemos. Iglesias, sin embargo, no renunció a su aspiración de formar un Ejecutivo de colación a pesar de no tener ya muchas cartas que ofrecer.