por Julio Martínez, Jerónimo Granero y Nicolás Roggero
Evelina Cabrera, a sus 33 años, preside la Asociación Femenina de Fútbol Argentino (AFFAR) desde 2013 y en las librerías del país tiene su autobiografía titulada “Altanegra”, un juego de palabras entre altanera y negra, de la editorial Penguin Random House.
En 181 páginas, el libro resume una vida que va desde una infancia vulnerable a una charla en la ONU que recorrió el mundo por su mensaje de trabajo social para las mujeres.
Cabrera desparrama cordialidad en el encuentro con Télam. Experimentó diferentes situaciones para convertirse en un ejemplo de superación y compromiso ante toda forma de discriminación. El camino, rodeado de espinas, la lastimó en muchos tramos. Sus padres se separaron cuando tenía 13, vivió y trabajó en la calle y jugó al fútbol hasta 2012, cuando le detectaron una enfermedad. No se rindió y salió adelante.
El reconocimiento llegó de distintos estratos de la sociedad, pero advierte que esa meritocracia no es la vía ideal para formarse.
En la charla, Cabrera opinó sobre la realidad del fútbol femenino, un espacio plagado de hombres que necesita más atención por parte de los dirigentes, de la desigualdad y la hipocresía que aún impera.
-Télam: ¿Cómo te sentís cuando te dicen que sos un ejemplo de meritocracia?
-Cabrera: Detesto eso. Esa vida es un garrón. Tuve un precio alto por todo eso. Tuve un tumor porque se me había elevado la prolactina, porque no hacía actividad física, y así dejé el fútbol. Por eso pido que los chicos hagan actividad y que los clubes no los excluyan. El precio de la meritocracia es terrible. Hasta un diputado me dijo: “Le tenés que dar a la sociedad todo lo que hizo por vos”. Y ahí pensé, ¿qué hizo la sociedad por mí? Al contrario, me trataron de negra de mierda, me excluyeron.
-T: ¿Qué te motivó a escribir el libro?
-C: Mostrarle a la gente que juzga lo horrible que es la desesperación. Lo feo que es tener vergüenza. Con 30 años pude entrar a un restaurante sin que me dé vergüenza porque sentía que no correspondía a ciertos lugares. Antes bailaba en un boliche y un día un pibe me mandó un privado en Instagram: “¿Ahora te hacés la defensora de las mujeres y antes bailabas en bolas?”. Ese comentario fue terrible y me confundí. La psicóloga me habló y me dijo: “Primero, bailar no tiene nada de malo. Segundo, antes cuidabas prostitutas en la ruta, ¿acaso alguien se preocupó sabiendo que te podían violar y les molesta que cuando bailabas mostrabas el culo?”. Y me quedé pensando. Para que no salte nadie más, como ese pibe, decidí mostrarme. Esta soy yo, te guste o no. Con mis cosas buenas o malas. Me muestro como una piba común y corriente, sin hacerme la pobre o heroína.
-T: ¿Qué significa el nombre del libro?
-C: Un día discutí con alguien y me dijo: “¡Qué altanera sos!”, y yo le dije: “No, ¡alta negra!”, y me fui. Y ahí lo imaginé como tapa de un libro, y quedó. Negra es cuando te quieren disminuir, y por otro lado, altanera soy por no dejar de aspirar a hacer mis cosas, por negarme a esa etiqueta que está mal ¿Por qué es malo ser negro o negra?
-T: ¿Qué te dio el fútbol?
-C: El fútbol me ordenó porque más allá de que cuando conocí al fútbol ya estaba en la “sociedad”, era un desastre. Me acostaba a cualquier hora. Descubrí que si no llegaba a horario no podía entrenar; si no entrenaba, no jugaba. Aunque en el fútbol también sentí la desigualdad. Los varones tenían cierta ropa y nosotras no, ciertas infraestructuras y nosotras no. Ha cambiado mucho la situación.
-T: ¿Cómo está el fútbol femenino en la Argentina?
-C: Todo está dibujado en el fútbol femenino. Hace poco hubo un Boca-River amistoso en San Luis y el día de la presentación hubo una jugadora de River que mandaron en micro desde Retiro. Y para colmo le robaron en la terminal. Hubo dos jugadoras que no les dieron permiso en sus trabajos y viajaron la noche anterior al partido. Hay un doble discurso. El fútbol es como semiprofesional. Nadie lo sabe, pero porque nadie lo dice y las chicas tienen miedo de decirlo porque las pueden echar. El fútbol femenino está en desarrollo porque hay clubes que creían que era fácil manejarlo, pero las pibas necesitan viajar, la indumentaria, entrenar, traslados, el dinero para inscripciones.
-T: Con la AFFAR, ¿qué pueden hacer al respecto?
-C: Me interesa el alto rendimiento, con todo lo que corresponde, pero hacemos foco en recorrer el país para charlas de educación sexual. Si tengo una piba de Salta que juega bien, pero con una familia que no la apoya, que no estudia, anda de aquí por allá y termina embarazada, con suerte, es una piba perdida. Porque un varón, que tiene 12 años, no tendrá a los padres, pero tendrá a un representante encima porque sabe que es una inversión. Una piba no tiene eso, entonces tenés que generar los recursos para que el club, o quienes estén a cargo, asuman lo que la familia no puede. No tiene que ser así, pero los que podamos otorgar herramientas, lo tenemos que hacer.
T- ¿Cómo es la relación con la AFA?
C- Hablo con gente de la AFA. Siempre fueron respetuosos. Cuando presentamos nuestro proyecto lo analizaron y vieron que no chocábamos en nada. La idea es trabajar la parte social de la jugadora.
-T: ¿Tenés una inclinación política?
-C: Soy “evelinista”, estoy al lado de las pibas, ese es mi discurso. Y me tratan de tibia. No, tibia no soy, sino no hubiese hecho todo lo que hice y hago.
-T: En ese sentido, ¿estás en las antípodas de Macarena Sánchez?
-C: A Maca Sánchez la admiro porque lo que dijo definió su posición política. Hay que bancársela después de eso.
-T: ¿Hablaste con ella?
-C : No hablamos aún. Nos cruzamos una vez. Le dije que tenía de mí todo lo que necesitara, pero todavía no me llamó. Hoy está con otro rol, con el fútbol profesional, con mucha gente que la sigue y yo también estoy ocupando otro lugar. A mí me querían poner del lado de la capitalista, de la “derechosa”, pero porque no opino y porque estuve en Boca, el equipo del poder. Soy voluntaria de la cárcel, en la 47 y 46, y doy charlas ahí. Si supieran cómo vivo…