Las tensiones sobre la gestión de la pandemia de coronavirus del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, aumentaron hoy por la confrontación abierta con los gobernadores y los pedidos de renuncia que hicieron sus adversarios en las últimas elecciones, lo que llevó al mandatario a advertir que hay “oportunistas” que quieren sacarlo del poder.
En el medio, el gobierno le retiró el protagonismo al ministro de Salud, Luiz Mandetta, quien fue ratificado en el cargo “por el momento” y se transformó en equilibrista entre hacerle caso a los gobernadores que recomiendan aislamiento y responderle al presidente.
El Senado, en tanto, sancionó la ley -que espera promulgación presidencial- que le otorga a unos 30 millones de trabajadores informales 120 dólares por mes durante tres meses para la subsistencia y 240 a las madres jefas de familia, contra los 41 que había ofrecido el gobierno, un paquete de poco menos de 8.000 millones de dólares.
El Banco Central ratificó las líneas de respaldo a los bancos, de 15.000 millones de dólares, para que presten a empresas para superar la crisis, mientras la oposición reclamó la salida de Bolsonaro y anunció que irá a la justicia para suspenderlo del cargo.
Desde el inicio de la “coronacrisis” que no se hablaba tan directamente de sacar a Bolsonaro del poder, sobre todo porque amenazó con firmar un decreto para evitar las cuarentenas y los aislamientos dispuestos por los estados luego de visitar ayer comercios abiertos y trabajadores ambulantes, contra la recomendación médica.
De mal humor, el mandatario reconoció la existencia de un movimiento político para destituirlo, aunque no aclaró si hay fuerzas oficialistas en esa misión.
“Cuando vengan el caos, el hambre y los problemas sociales, ese será el terreno fértil para que los aprovechadores lleguen al poder y no salgan más de él”, afirmó Bolsonaro a periodistas al salir del Palacio de la Alvorada, la residencia presidencial.
Irritado, insistió en que con el Covid-19 “va a morir gente, no hay otra, y es por eso que el virus y el desempleo deben ser tratados juntos”, al ratificar su posición de que no debe cerrarse ninguna actividad económica.
Preguntado sobre la decisión del presidente Donald Trump de actuar a favor del aislamiento para combatir el coronavirus en Estados Unidos, Bolsonaro respondió sobre su aliado: “Brasil es otro país”.
Pero dos veces habló de que puede ser blanco de una jugada destituyente: “Si Brasil sigue con los empleos destruidos, verán la desgracia que se diseminará por todo el país”, dijo.
“El caos, el hambre y la miseria no reciben consejos de nadie; estarán los oportunistas de siempre, basta ver lo de Venezuela en el pasado y en otros países, podrán llegar al poder y nunca más salir”, afirmó, aunque no identificó a qué grupo supuestamente golplista se refería.
La empresa Twitter le borró anoche dos mensajes por afectar las políticas públicas de la red social estadounidense frente al Covid-19. Hoy se sumó a borrar posteos sin base Facebook.
Bolsonaro se quejó de la cuarentena y dijo que a la enfermedad “hay que enfrentarla como hombres y no como pendejos”.
Al mismo tiempo que denunciaba cierta desestabilización, asesores militares intentaban despegarse de sus acciones, que están siendo dirigidas por la llamada “oficina del odio”, de la que participan los hijos del presidente en línea directa con el astrólogo gurú de la extrema derecha brasileña, Olavo de Carvalho.
En tanto, los ex candidatos presidenciales Fernando Haddad, Ciro Gomes y Guilherme Boulos, más el gobernador del estado de Maranhao, Flavio Dino, reclamaron en una carta a Bolsonaro que renuncie por haberse convertido en “un problema” para la salud pública de Brasil.
“Basta. Bolsonaro es más que un problema político, se convirtió también en un problema de la salud pública. Le falta a Bolsonaro grandeza. Debería renunciar, que sería el gesto menos costoso para permitir una salida democrática al país. El necesario ser contenido y responder por los delitos que comete contra el pueblo”, dice la nota.
La misiva es considerada un guiño al vicepresidente Hamilton Mourao y parte del oficialismo no alineado totalmente con Bolsonaro en el Congreso por parte de los dirigentes del llamado “progresismo”.
Desde la derecha ex bolsonarista, el gobernador paulista, Joao Doria, que cuenta con dos tercios de los casos de coronavirus en el estado de San Pablo, pidió a la población “no hacerle caso al presidente”.
El de Río, Wilston Witzel, ajustó las restricciones y como ex juez afirmó que Bolsonaro puede responder por violar el Estatuto de Roma al atentar contra la salud de la población.
Analistas vincularon también a Doria a una posible jugada destituyente con el titular de Diputados, Rodrigo Maia, mientras el Partido de los Trabajadores (PT) del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva no quiere impulsar la destitución porque considera que habrá mayoría solo cuando la derecha lo haga.
La oposición, por su parte, dijo que irá a la Corte Suprema a denunciar a Bolsonaro por poner a la sociedad en riesgo, lo cual puede iniciar un proceso de suspensión del cargo en forma abreviada.
En el medio, el conservador ministro de Salud Mandetta, a quien se le ha licuado el poder, reconoció que existen “tensiones con Bolsonaro” pero son normales en la crisis.
El ministro dijo que su posición era a favor de “la ciencia” y llamó a la población a respetar las decisiones de los gobernadores.
Su posible salida puede abrir un hueco aun mayor en la coalición de derecha que llegó al poder “despreciando la política”, algo que Bolsonaro necesita más que nunca para sobrevivir.